domingo, 9 de junio de 2013

Ahora

Se me terminó la bebida, voy a comprar más. Muchos tenemos el afán de quedarnos pegados con el pasado. Cuando vemos que algo se acaba inevitablemente ponemos en cuestión lo que nos espera después. Claro, somos los únicos seres racionales que conocemos, nuestro objetivo en la vida es pensar, pero ¿realmente lo logramos? No es como si realmente no pudiera tomar agua.

Quiero escuchar otra vez la misma canción. Leo, pienso, grito, escucho. Me sobo los dedos, pienso otra vez. Me seco una lágrima, pienso otra vez. No me puedo sacar de la cabeza cuántas veces veo en un día a tanta gente sufriendo por cuestiones que -a mi parecer- son irrisorias. Cinco segundos de silencio insoportables, de incógnita, en los que casi se nos va la identidad buscando la canción, cinco segundos de un mal rato involuntario, olvidados cuando inicia la siguiente. Sonrisa.

Se me pasó la micro. El tiempo, el tiempo es el causante de todos nuestros malos ratos, el tiempo que todo lo mata. Me perdí. Allá viene otra micro. 

Tengo frío. Es divertido, tenemos una mente increíble y la desgastamos pensando en algo que ya fue, en la moneda que ya se gastó. Si todos nos concentráramos en ver más allá de nosotros, más allá del que esta a nuestro lado, más allá de la ventana de nuestra habitación, nos daríamos cuenta de lo que realmente es importante. Me levanto, me pongo un chaleco. 

Se cortó la luz. A toda velocidad nos movemos por la ciudad, tan rápido que no escuchamos a los pájaros, no vemos las nubes, ni recordamos la mirada que esa persona nos regaló hace un par de minutos. Es que hoy hay descuento en el supermercado. Soy el percusionista oficial de mi teclado. Prendo una vela, saco un papel, lo aplasto con un lápiz.

Hay una mosca en mi pieza. Lo detesto, todos tenemos el afán de recordar las malas experiencias, los ratos desagradables. Miento, no es un afán, va en nuestra naturaleza. La gente que trata de ser más amena -al igual que todo el resto- tiene que esforzarse por mantener en su memoria las cosas buenas de la vida por sobre lo negativo. ¿Cómo sería si nuestra forma de ser fuera al revés? Que todo lo agraciado de la vida sea lo primero en nuestra mente, y que haya que hacer fuerzas para recordar lo malo, sería ridículo. Abro la puerta, me tapo, cierro los ojos. 

Tengo tierra en el zapato. El pasado ya fue, el rencor lo inventamos nosotros, el miedo es natural aunque se puede suprimir. El futuro no existe, se fabrica. ¿Qué importa si llegamos tarde? Recordemos lo rico que fue dormir diez minutos más, recordemos lo rico que fue detenerse a saludar a ese viejo amigo. ¿Qué importa afuera hay una tormenta? Sal a la calle, tírate en el pasto mojado y siente cómo las gotas se deshacen en tu cara, mójate, resbálate. Vive el presente. Me saco el zapato, lo doy vuelta, me pongo el zapato.

Todo me sale mal. Escuchando música escribo, pese a que a veces el sonido del silencio acompaña mejor. Disfruto mi presente, abrazo lo que tengo. Me gusta esa mancha que dejé en el techo de la pieza hace unos años. Admiro el hoyo que hice en la alfombra cuando se me cayó un cigarro. Contemplo mi desorden de todos los días y recuerdo cómo cada cosa llegó a ese lugar. A mi cabeza se vienen los buenos momentos que pasé durante el día, todo tiene una buena historia. Veo por la ventana, hay cuatro edificios idénticos. Veo un poco más allá y diviso un cerro que me recuerda de dónde vengo. Lo importante es ahora, no ayer ni mañana. No lamento el pasado, no se puede arreglar el futuro, vivo ya. Todo me sale bien. 

Para escribir no hace falta música,
ni para hacer música se necesita escribir.


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2 comentarios:

  1. Realmente es una dicha leerte. Grandes cosas te esperan José Tomás. Saludos desde otras generaciones.

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