jueves, 15 de noviembre de 2012

La Puerta

La vida de una persona se puede resumir en una simple acción; abrir puertas. La mayoría de las veces puede parecer fácil, una inmensidad de oportunidades que aunque uno trate de no tomarlas igualmente llegan a nosotros como si estuviésemos destinados a atravesarlas, sin embargo, todos tenemos una puerta escurridiza que nos petrifica y mas nada podemos hacer que contemplarla desde lejos. 

La insolencia de nuestras emociones no tiene límites, y no es cuando aparece hasta que casualmente vislumbramos una puerta que realmente nos importa, que nos atrae y a la que por alguna extraña razón le agregamos un valor sentimental ridículo. 

Insolencia, sí, aquella característica de nuestra racionalidad que nos hace irracionales, que nos hace querer pero no poder a pesar de sí poder, que no solo nos hace caer cuando volando estamos, sino que también nos hace flotar con una tonelada de problemas encima en el mar menos denso existente. Jugando con nosotros como si no fuéramos uno, como si quisiera ver fracasar nuestras más íntimas y profundas añoranzas.

Pues aquí estoy... así estoy, así es como de seguro muchos estamos; atrapados entre la irreverencia de nuestros sentimientos y la escasa fuerza de voluntad que estos nos dejan.

Desde hace un tiempo que mi mirada se a posado sobre una puerta, una puerta espectacular, hecha de la más fina madera, con detalles dorados que hacen resaltar los dos zafiros más deslumbrantes que haya visto, y que adornan en perfecta simetría la parte superior de ésta. Una obra de arte, como si su sutil color crema fuera pintado por los ángeles.

Cada día que pasa la veo. Ya está acomodada en mi rutina, y es que cuando camino cerca de ella no puedo evitar mirarla por unos minutos mientras intento armarme de fuerza de voluntad, aún sin éxito y siempre buscando una solución alternativa para asomarme y mirar su interior, pero no sé que hacer... no tiene timbre.

Esa es mi puerta, esa es a la que quiero golpear, esa es con la que no paro de pensar, y la que sueño algún día atravesar. No sé que habrá al otro lado, quizás un precipicio del que no podré salir, o quizás una nube que me lleve directamente al cielo.

La puerta que quiero no sabe que la quiero, sin embargo la veo allí, algunas veces mirándome y dejándome sin saber qué hacer. La puerta que quiero no sabe que la quiero...




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1 comentario:

  1. He estado así. Hay decisiones que se tornan difíciles de tomar y ahí nos quedamos... sin el valor para atrevernos, sin la cobardía para conformarnos... ese es nuestro refugio seguro. No estamos ni felices, ni muertos de pena... solo estamos cómodos con el "creeque" y el "penseque" y es que nunca es fácil tomar una desicion donde se arriesga mucho aunque se postule a ganar más. Pero como dice el dicho "el que no está dispuesto a perderlo todo, no esta preparado para ganar nada" Saludos! buen tema.

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