Otra noche se ha ido, otra desgraciada madrugada se me ha
escapado entre los dedos, y yo nuevamente me encuentro aquí, arrodillado ante
la sociedad. Y es que me ha sucedido algo que nunca pensé que me volvería a
pasar, el destino no ha dado su brazo a torcer y me ha derrumbado evidenciando
que mi fortaleza ante lo inesperado, si bien ha mejorado, sigue siendo
minúscula.
Mucha gente se podrá dar cuenta de que ya algunos de mis
actos no tienen sentido alguno, y que mis sonrisas son más generosas, y mis
lágrimas son escasa, me he vuelto frío. Yo me pregunto, ¿será esto normal? ¿Será
algo bueno intentar ser introvertido cuando estoy a punto de explotar? Tal vez
necesito cambiar de aires, es más, tal vez debo cambiar la luz de todas las
velas que me han alumbrado estos últimos años.
Ayer a la guitarra se le cortó la quinta cuerda, aunque esta
sigue aún tensa, pero solo por un delgado hilo metálico que pareciera aferrarse
con todas sus ganas a la idea de seguir deleitando con su música a quienes
oyen.
En esta vida somos todo y nada al mismo tiempo,
metafóricamente hablando claro, a mi juicio, estamos hechos para ser lo que
queramos ser. ¿Quiénes son ustedes? Es su decisión, y díganmela por favor para
saber en qué nivel de atrofiamiento se encuentra mi cabeza hoy en día. ¿Quién
soy yo? Por hoy solo soy la quinta cuerda cortada de una guitarra, que además
ya no es mi guitarra, ha dejado de sonar.
Noche de velas sin acordes.